Mi escritura sigue tan anárquica como siempre. Solo atiné a comprarme una agenda 2012 donde escribo, para que los papeles sueltos que tenía por ahí, no se vayan con el viento, cualquier viento. El blog me aburre un poco, y estaba pensando en postear una vez por semana, y quién sabe después. Estoy en pleno proceso crítico de mi escritura, no estoy conforme. Y ya sabés, pensaba dedicarme a eso después de terminar la universidad, pero las cosas se estiraron tanto que las ganas se me hicieron de goma. Las ganas se desganaron.
El amor me tiene mal, como casi siempre. Temporadas de desgarramiento, las cosas en mi "choza" nunca están bien. Antes dudaba de mi, de mis formas de actuar, quizá no eran las correctas para la cultura occidental. Hoy veo que el "amor" hace agua por todas partes, que no hay estructura que soporte este monstruo que arrastra basura y carroña. La otra parte es también, culpable de esta dejadez. Pero, ciertamente, siempre es más fácil lavarse las manos.
Entretanto, mi idea de amor se va transformando, pero eso ya lo sabías. Hay un poema que puso Miriam alguna vez, una poeta finesa, creo: "Para mi el amor nunca pueden ser dos, que se quedan acurrucados en un rincón, mientras la vida pasa de largo rugiendo..." No, el amor debe ser otra cosa, muy cristiana. Está el prójimo, el otro, todos los que sufren y los que se divierten, los que dan y los que sacan, los que piden y los que tienen de sobra, los negros, los blancos y los amarillos. Siento que el amor alcanza para todos. Mi cuerpo tiene amor para todos, aún para los que odian. Suena místico pero no lo es, supongo que a lo sumo es nostálgico.
Y el trabajo, ni hablar. La oficina es un ámbito que me corroe, que me desgasta, que me agota tremendamente. El egoísmo y la miseria reverberan por todas partes, me pone nervioso, me tensa el cuerpo, me llena de hormigas la panza. La oficina es el lugar donde todas mis convicciones temblequean. Pero supongo que es el reflejo de mi país, donde el odio todavía resiste en forma de barrios cerrados, de countries, de privilegios, de inmunidades.
No sé hasta cuando uno puede resistir la injuria y la humillación. No sé si el amor es tan fuerte que aguanta la crucifixión. Pero en tanto, las atroces líneas del individualismo hacen mella, se te meten en la sangre, en el cuerpo, en la cabeza. "Cada lechón en su teta es la forma de mamar", dice el Martín Fierro, la biblia vernácula, pero yo jamás adherí a semejante salvajismo que sólo te permite mirar el propio ombligo y no repara en el plato vacío del que está ahí al lado.
Y ahí vamos, mientras tanto, un beso.