jueves, 29 de septiembre de 2011
Derivación del abrazo
En extrema desnudez,
rosada y tibia,
te abrazo,
tan hondamente
como abraza la hiedra
al muro,
viscosas paredes,
los rizomas de mi deseo
rozan,
ligeramente, o no;
cómo podría
abrazarte tanto
que no quede
intersticio
entre mi expectativa
y tu demanda,
entre mi piel que ruge
y tu calor que asedia,
entre mi garra
y tu cuello a morder,
no quede más rastro
del abrazo
que un hilo de agua
perdiéndose sin norte.
Imagen: Sanne Sannes
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Delirios
lunes, 26 de septiembre de 2011
Arte de la superstición
Barrí tus pies con escoba nueva,
para que no te cases,
para que nadie te tenga,
para que no vueles tan alto,
para que te quedes,
eternamente (esa utopía)
junto a mí, que no te tengo,
y te reíste,
más no sé de qué va esa risa,
ni siquiera sé,
cuanta efectividad
ha de tener tal artificio.
jueves, 22 de septiembre de 2011
Destino de relámpago
Reventé,
desquiciado y sin calzones,
mi breve luz
reveló tu cuerpo rotundo,
mi culo expuesto
en la espesura
del infierno negro
de tu cama,
no fui nada (o casi nada),
soy el eco
redundante
de mi propio estampido,
la onda expansiva
que reincide en círculos
que mueren en un punto,
ráfagas
de ese fogonazo deslumbrante,
sucesivas capas
de recuerdo
desvaneciéndose,
como la pira
que sepulta
las ínfulas del rey
o el hambre del pordiosero.
Imagen: Jan Saudek & Sára Saudková
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Destinos
lunes, 19 de septiembre de 2011
Presencia
Cuando huelo naranjas
pienso en vos,
mate que humea
cascaritas de naranja,
pienso en tu piel que fluye
aroma de montes,
tu patria de escalofríos
puntos de temblor,
ese letárgico interregno
de la angustia,
pienso en algo que se eleva,
un pétalo impoluto,
inmarcesible,
en el suave e inmutable
transcurrir de la caricia,
pienso en la mano que la excita
y en la extremada indigencia de la mía,
en la palma un abismo.
Imagen: Herb Ritts
pienso en vos,
mate que humea
cascaritas de naranja,
pienso en tu piel que fluye
aroma de montes,
tu patria de escalofríos
puntos de temblor,
ese letárgico interregno
de la angustia,
pienso en algo que se eleva,
un pétalo impoluto,
inmarcesible,
en el suave e inmutable
transcurrir de la caricia,
pienso en la mano que la excita
y en la extremada indigencia de la mía,
en la palma un abismo.
Imagen: Herb Ritts
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Maldiciones
jueves, 15 de septiembre de 2011
La fiesta es interminable
En esta ciudad Hemingway es eterno. Eterno, mientras delira sobre el amor, sobre la muerte, y nunca suelta la copa. La guerra es su sombra. Nosotros, maravillados en su boca encendida de absenta, como si dijese todos los misterios del mundo. ¿Quién quiere estar en Malibú? me pregunto entre dientes. Algo del mundo empieza a resquebrajarse.
En esta ciudad, en la que Hemingway es eterno, todo se contagia. Las melodías de Cole Porter, los rinocerontes de Dalí, los ópalos que en el Norte Imperial no valen nada, las fiestas eternas, el amor eterno.
En esta ciudad, que podría no llamarse París, desde el primer sol hasta la última luna se repiten como los ecos incansables del beso más dulce. Dejarse tocar por la lluvia, andar por los puentes, sin prisa. En un bar, sin prisa, espera Hemingway cada noche y siempre nuevo. Piensa que quizá, no vale la pena cuestionarse demasiado la duración de las guerras, la eternidad de la fiesta.
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Apoteosis
lunes, 12 de septiembre de 2011
Acecho a sombra
Vagar eternamente
con la sombra muy débil,
buscar /eternamente/
los hilos de sombra
perdidos en bosque confuso,
hurgar el instante, fatídico,
en el que
una brisa de indiferencia
avivó el fuego
que devora el cuerpo
de Dido,
acalambrado
como la mano rota de Cristo;
vagar - eternamente -
como un alma apenada,
la sombra levísima,
la culpa,
como pájaros negros
arrancándole los ojos
una y otra vez,
y eternamente.
Imagen: Peter Lindbergh
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Maldiciones
jueves, 8 de septiembre de 2011
Envidia de la piedra (Dark side)
Acariciando una piedra los días cayeron en el barril negro y profundo del sinsentido. Esperando un estremecimiento improbable. "Las piedras no se conmueven por nada", dijo la rosa, regodeándose en su color. "Jamás lograrás arrancarle una lágrima o un gemido" cantó el pájaro, alucinado en su vuelo. "No te amará, su corazón es áspero y es hija del rigor", susurró el pez, brillante como el oro.
Y en efecto, la piedra, que es indiferente a las demostraciones emotivas y desprecia el arrumaco cursi, no se inmutó, sino hasta que la lluvia violenta y el viento más insensible de la historia de los vientos, le arrancaron partes de sí, la despellejaron sin misercordia, la dejaron hundida en la arena y absorta, rota hasta el alma.
Ríos veloces y fugaces arrastrando en su cauce lo que, en adelante, sería para la piedra pura ausencia. Cicatrices eternas en su cuerpo, que aún ignora con arrogancia, la tibia caricia que le prodiga el enamorado.
Imagen: Kishin Shinoyama
Ríos veloces y fugaces arrastrando en su cauce lo que, en adelante, sería para la piedra pura ausencia. Cicatrices eternas en su cuerpo, que aún ignora con arrogancia, la tibia caricia que le prodiga el enamorado.
Imagen: Kishin Shinoyama
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Condenas
lunes, 5 de septiembre de 2011
Pantanos
Del infierno no se vuelve
excepto los héroes,
de la muerte no se vuelve
excepto los hijos de dios,
de la locura no se vuelve
con ninguna camisa de fuerza,
ni electroshok,
de lo profundo del río no se vuelve,
hay gestos pesados
como anclas
que se aferran al fondo barroso,
hay palabras espesas
urdidas a filo de cuchillo
en la materia eterna
de los días y las noches.
Imagen: Paul Von Borax
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Condenas
jueves, 1 de septiembre de 2011
Discurso primaveral
Mi madre, que se hizo puta a los 40
me concedió casi todo,
tuvo, si, la santa piedad
de dejarme respirar,
me amantó y me llenó de mimos
como a un amante inédito y convincente,
me protegió
como a un incunable,
pero nada de eso puede agradecerse
porque su cuerpo
empezó a pudrirse sin más
a los 47;
y por método de negación,
por inducción de antítesis, advierto que,
a nadie tengo que agradecer
ni nada en el mundo existe
que algo me haya dado,
de manera que tanto el gesto
como la palabra ("gracias")
sobran en mi glosario;
mi padre me acomodó
a cintazos los patitos voladores
y me arrancó de cuajo
cualquier hierba de "perdición";
mis amantes me exprimieron,
me sacaron todo
desde el dinero en los bolsillos
hasta el último calzón,
después me dejaron,
no las culpo,
y yo me quedé mirando, boludamente,
la nada,
como un personaje de Friedrich,
sin nadie ni nada que agradecer,
a mis pies,
un pedazo de tierra tardío
donde los huesos se confunden,
impunemente,
con las lombrices y las hormigas.
Imagen: Jan Saudek y Sára Saudková
me concedió casi todo,
tuvo, si, la santa piedad
de dejarme respirar,
me amantó y me llenó de mimos
como a un amante inédito y convincente,
me protegió
como a un incunable,
pero nada de eso puede agradecerse
porque su cuerpo
empezó a pudrirse sin más
a los 47;
y por método de negación,
por inducción de antítesis, advierto que,
a nadie tengo que agradecer
ni nada en el mundo existe
que algo me haya dado,
de manera que tanto el gesto
como la palabra ("gracias")
sobran en mi glosario;
mi padre me acomodó
a cintazos los patitos voladores
y me arrancó de cuajo
cualquier hierba de "perdición";
mis amantes me exprimieron,
me sacaron todo
desde el dinero en los bolsillos
hasta el último calzón,
después me dejaron,
no las culpo,
y yo me quedé mirando, boludamente,
la nada,
como un personaje de Friedrich,
sin nadie ni nada que agradecer,
a mis pies,
un pedazo de tierra tardío
donde los huesos se confunden,
impunemente,
con las lombrices y las hormigas.
Imagen: Jan Saudek y Sára Saudková
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