jueves, 28 de abril de 2011

Abrazo


"Presiones de manos - inmenso expediente novelesco -, gesto tenue en el interior de la palma, rodilla que no se aparta, brazo extendido, como si tal cosa, a lo largo de un respaldo de diván, y sobre el cual la cabeza del otro va poco a poco a reposar, son la región paradisíaca de los signos sutiles y clandestinos; como una fiesta, no de los sentidos, sino del sentido." 

"Fragmentos de un discurso amoroso" - Roland Barthes

Si no mediara este hueco, frío,
y que es casi tan profundo
como mi desesperanza,
apuesto a que sentirías
el calor de mi piel, su aroma,
el temblor de la carne,
de mi sangre, la agitación,
el acelerado latir
del corazón, el nervioso sudor
en mis manos,
si no mediara este hueco, infinito,
como mi propia incertidumbre,
me sentirías
y quizá, puediese sentir, yo,
en ese instante perfecto,
todos tus climas/vaivenes,
quedarnos los dos, así, compartidos,
sin explicaciones ni argumentos,
(estoy seguro de que
no hay consuelo semejante)
en uno de esos días grises
que tanto nos placen, compartidos.

Imagen: Egon Schiele

lunes, 25 de abril de 2011

Veladas sencillas


A veces nos juntamos, tres o cuatro familias, en la casa de alguna, y nos comemos algo simple, un asado o unas pizzas, unas empanadas. Tomamos vinos de medio pelo, que en Argentina son de un excelente sabor. Después, escuchamos unas musiquitas.
Nunca sucede nada extraordinario. Yo me pongo re-chulo, una camisa fina, un pantalón de vestir y zapatitos, y ya estoy cachondo por la tarde, mientras hago abdominales, porque pienso que quizá, entre tanta pacatería, fluya alguna charla picante, o en la profunda noche, allá, cuando las lentas canciones ochentosas suenan, y movidos todos, por la efervecencia del alcohol y el humo, se desatará, como un tornado inesperado, una apoteótica orgía o una divina sesión swinger.
Pero vivo en la ficción.
Después de comer, porque mientras se come nadie habla, las mujeres se ponen a elogiar a sus hijos, los hombres hablan de sus autos. A veces, hablan de sus perros, o de sus gatos, y de sus incomparables virtudes.
Cuando digo que hablan de sus hijos, de sus autos o de sus animales, digo que hacen eso, de una forma ostentosa, irritante, babosa. Hablan todos juntos, cada cual de lo suyo, hablan, no se escuchan. Hablan, como si ellos fueran la "cosa" de la que hablan, se jactan, se regodean, podría hasta sospechar que tienen orgasmos espontáneos, cuando dicen: "Rocío caminó a los nueve meses!!!", o "el GPS que me compré lleva música de fondo", o "qué inteligente es mi perro, yo le muestro el cinto y ya sabe que tiene que entrar!!!".
Y así se van las horas,  la noche, como una orgía, pero de repugnante egos en decadencia, ya que nadie es por lo que es, sino por su extensión, ya sea hijo, auto o gato.
Yo puedo permanecer en silencio o asentir lo que otro me cuenta, como sí, lo que me cuenta significase el destino del mundo, un hecho crucial. O tal vez, porque entiendo que en ese instante, el orador se está derramando de placer.

Imagen: Jules Grün

jueves, 21 de abril de 2011

Juego de Manitas calientes (Unplugged)


Feliz Semana Santa...desde el infierno: Yo

Me arranco pétalos blancos
en preanuncio de un amor
no correspondido, solitario,
en furibundas pajas
que conmueven,
agitado el tallo
enrojecido, hasta la sangre,
un espasmo,
una descarga,
un estertor,
y sobre mi cabeza
el infierno de un dios,
cuyo rostro
desconozco, no me alcanzan
las generales de la ley.


Imagen: Eric Fischl

lunes, 18 de abril de 2011

Un refugio


Me pregunto si llueve, afuera,
si los mares
arrasaron las ciudades,
me pregunto si hay gente,
todavía, respirando por ahí,
me pregunto por la luna
y por el sol,
por las estrellas,
por las islas que deambulan,
los imponentes elefantes,
los nimios pájaros,
las nubes, las montañas
las piedras del camino
desgastándose por el viento,
los árboles y sus espinas
y sus flores y sus frutos,
me pregunto por dios,
las construcciones fantasmales
de los hombres,
por los hospitales
y los cementerios,
por las risas y los llantos,
me pregunto en este intervalo
en el que reposo sobre tu pecho,
desnudo y sin escudo, inerme,
mi mano en tu vientre,
el corazón sosegándose
después de batallas,
me pregunto por las cosas
que sobreviven en mi cabeza,
como recuerdos leves, difusos,
bajo este techo espejado,
en el que todo mundo
y su devenir
es tu cuerpo, tu sudor,
tu suspiro, tu olor, tus ríos,
ninguna patria más,
ninguna otra bandera.

Imagen: Talantbek Chekirov

viernes, 15 de abril de 2011

Carne de cañón


El hombre sacó el pedazo de carne, oscuro y fofo y se puso a mear en el medio de la calle. Era sorprendente, ciertamente sorprendente. Recordaba un peceto descongelándose, que colgaba de su mano derecha. Llovía finamente.
Claro, también era inaudito que estuviese meando en el medio de la calle. Pero nadie decía nada. A lo sumo, las madres que llevaban a sus curiosos niños a la escuela, les pegaban dramáticos tirones del brazo, grititos ridículos o los pellizcaban, con inútiles pretensiones de disimulo. Pero sus gestos nerviosos las delataban.
Una abuela muy simpática se quedó mirando al exótico personaje y su exagerado colgajo. Al fin, le dijo:
- Cuantos corazones habrás roto con esa cosa, eh!
El tipo la miró con una sonrisa aniñada. Pero no dijo ni mu. Sólo se dedico a sacudirse bien el elemento, que así, agitado, parecía un "manduré cuchara" fuera del agua sostenido dificultosamente por su verdugo.
Después se alejó, despreocupadamente, con la vista perdida a lo lejos. La abuela, simpática, sonriente, se quedó parada todavía unos minutos, como si la lluvia, que se tornaba un poco más intensa, fuese una caricia o una cosa de todos los días.

Imagen: Robert Mapplethorpe

martes, 12 de abril de 2011

Supervivencia


Del otro lado del cristal
está un hombre fuerte,
más fuerte
que yo, inflexible
como el hierro,
un superdotado,
una máquina sexual,
manos mágicas,
sangre ardiente
y denso esperma
(que relumbra la dermis),
río espeso donde
se derriten sirenas.

Del otro lado
del cristal,
está el hombre
que dice las palabras
que a mi
me están vedadas,
ruge frases
que mutilan,
acarician o marean;
el hombre eterno
erigiendo imágenes
que socorren dulcemente
a los pobres andantes
de los caminos
de espina y piedra.

Acá estoy yo,
ínfimo, pequeño,
intentando borrar
la forma sublime
que me acosa,
huir del atroz reflejo,
que después sombra,
que después recuerdo,
que después nada,
despojarme
del peso plomizo
del espejo,
ser la pluma/viento,
la hoja/río,
apenas, estelas de polvo
sobre la espalda.

Imagen: Beverley Binfet 

viernes, 8 de abril de 2011

Campo de batalla (Plano secuencia)

Hace unos cuantos días
las ropas están colgadas
de los alambres que atraviesan,
como almas en pena,
el patio plagado
de bosta/perro y gato/pelo.

Hace unos cuantos días
se amontonan hojas secas
que vienen de alguna parte
empujadas por el viento,
azotados los postigos resecos,
sin piedad.

Hace unas lluvias y sol,
se cuela el polvo
por debajo de la puerta;
manchas de salsa y vino
en los azulejos; en la mesa,
botellas sin alma y migas.

La cama tiene dos huecos
donde nos acomodamos
noche a noche,
Lugosis degradados,
te escucho hablar
pero no entiendo ni jota ni nunca,

como sí entre nosotros
se erigiese una pared transparente,
como sí tu lengua fuese
una llama del espíritu,
como sí yo fuese un idiota,
y vos, un iluminado.


Imágenes: Yo

martes, 5 de abril de 2011

Invitación


En el centro               
está el amor,            
que es como un héroe: 
el ombligo del mundo.    
En los bordes,                                                         
el bosque-precipicio:                                                        
espacio para jugar,                                          
casi perder/casi ganar.                                       
Sin bordes       
no habrá goce ... saltar ya!                                    
los previsibles héroes                                                       
aburridos en hybris. 

Imagen: Warwick Goble                       
                             
                                                                                                         

viernes, 1 de abril de 2011

Guerras


Los ancianos uniformados
devoran trozos de carne
que aún palpitan
(de sus hijos sacrificados)
servidos en relucientes
bandejas de plata;
los ancianos uniformados
sentados en cómodos sillones,
señalan con el índice al cielo,
una profecía,
se niegan a morir
y por eso,
inventan una guerra,
inventan una bandera,
inventan una bomba atroz
y empujan a sus hijos
a masacres monumentales
en campos de batalla
inexistentes,
superficies verdes y suaves
se manchan con coágulos rojos
que revientan
y sobre alfombras rojas
los ancianos uniformados
hablan dándose
aires de importancia,
y trozos de carne acribillados
por moscas verdes
en bandejas de plata
todavía laten
entre risas y eructos de borracheras
de wishky.

Imagen: Guillermo Loiácono